"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

jueves, 13 de junio de 2013

SCHINDLER: UN MÚSICO POR LAS SERRANÍAS ABULENSES

   Y de repente, en una calle cualquiera de Piedralaves, un músico con acento alemán que al despuntar el siglo había colaborado con Strauss y Mahler, descargó un enorme gramófono aprestándose a grabar a cuántos se arremolinaban en su entorno. Y después de ese día, 4 de septiembre de 1932, se encaminó a Guisando, Arenas de San Pedro y Santa Cruz del Valle. Si en Guisando grabó 24 canciones, en Arenas fueron 27. Y, subiendo y bajando los puertos, fueron 25 en Navarrevisca y 23 en Hoyocasero. Y anduvo por Navalosa y San Martín del Pimpollar antes de encaminarse hacia Solana, entonces de Béjar, y Navalonguilla y regresar al Valle del Tiétar, donde casi no dejó pueblo sin escuchar. Fue así como este músico, que había dirigido la opera de Stuttgart y había sido ayudante de dirección de la Metropolitana de Nueva York, se encandiló con las rondas abulenses: 172 canciones grabadas en poco más de tres semanas convirtieron a nuestra provincia, por detrás de Soria y Cáceres, en protagonista de su Folk Music and Poetry of Spain and Portugal
   Fue eso allá por el 32 y, aunque publicada su obra en 1941, seis años después de que falleciera en Nueva York, aún podemos escuchar en sus grabaciones, con ruidos de fondo, las voces de quienes entonces vivían en los pueblos que hoy quieren vaciar. Y oyéndolas, podemos renegar, si nos place, de lo que escribiera el poeta, por lo demás tan admirado, que identificaba a los hombres de Castilla con “atónitos palurdos sin danzas ni canciones”. 
   Kurt Schindler, pues no otro era el estudioso músico, era un berlinés nacido en 1882 que se fue a vivir a los Estados Unidos por tantas cosas y ninguna a la vez. Aunque pasó gran parte de su vida tomando del vuelo la alegría del sonido que no se posa en tierra, la tragedia se empeñó en perseguirle. Si ser judío en tiempos de creciente antisemitismo no fue fácil, menos lo fue el suicidio de sus padres o el fallecimiento de su esposa, una actriz rusa con quien apenas pudo convivir dos años. Sea como fuere, este cancionero, por su variedad de géneros  de una extraordinaria riqueza y por su número de documentos, es, según Miguel Manzano, una de las pocas fuentes para estudiar documentalmente en transcripciones musicales el folklore musical de Ávila. 
   En tiempos en que la palabra patrimonio no se les cae de la boca a gestores que la vacían de contenido, recordar a Schindler es nombrar a una de las personas que más hizo por el olvidado patrimonio oral abulense. El mismo que ya entonces incitaba a resistir los embates homogeneizadores. Pero sin caer absorbidos por nuestro propio ombligo. No en vano el propio Schindler fue un políglota que viajó cuanto pudo por Europa, África y Oriente Medio, grabando músicas populares en discos de aluminio y tomando más de 3000 imágenes cuando fotografiar llevaba su tiempo. Pero escuchando sus grabaciones vemos, también, que la música popular, además de expresión de alegría, puede ser instrumento de resistencia. Aunque solo sea porque no hay cosa que más moleste a quien se empeña en vernos sufrir, que oírnos cantar y vernos bailar. Con eso no pueden.