"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

lunes, 27 de abril de 2015

LA BOLIVARIANA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA

Contaba hace unos días un diputado que se le había ocurrido twittear la siguiente expresión: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad, está subordinada al interés general”. Dice el susodicho, que ipso facto le contestaron unas cuantas decenas de los que le siguen en la citada red y, sobre todo, otros muchos que no sabía quiénes eran. Apunta el mentado que, uno de los epítetos que más le repitieron, fue el de “bolivariano.”  Va a ser pues que, en lo tocante a insultos, bolivariano se ha convertido hoy en equivalente de lo que hace tres o cuatro décadas fue “bolchevique” o, tal vez, leninista. No debería, en todo caso, preocuparse el diputado de marras:  los más que intentan denigrar a alguien llamándole “bolivariano” no tienen ni idea de quién era el tal Bolívar. O por su nombre completo, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco. Ya saben, el libertador al que invocan a cada paso otros que parece que tampoco saben muy bien quién fue el , con justicia, llamado “Hombre de América”. Lo más curioso, para el caso, es que en algunas bocas se ha puesto de moda identificar a Bolívar con Marx, como si fueran primos hermanos. Debe ser que no conocen que lo menos malo que Marx dijo del venezolano es que era un “falso libertador que simplemente trataba de preservar el poder de la vieja nobleza criolla a la que pertenecía.” A lo que añadió no pocos alfilerazos de escarnio. A fin de cuentas Marx era un europeo que no podía deshacerse tan fácilmente de sus prejuicios etnocéntricos y, aunque, respecto de Bolívar, en algunas cosas acertara, en otras, desvarío de lo lindo. 
Convendría, por tanto, no confundir el bolivarianismo, que pergeñó el finado Hugo Chávez metiendo en coctelera escritos de Bolívar y de otros cuantos pensadores, con lo que diría Bolívar si levantase la cabeza. De hecho, raro sería que Bolívar pudiese decir que “toda la riqueza del país está subordinada al interés general”. Seguro que Chávez, si lo asumiría. Y también su seguidor, aunque no sepa distinguir la mano derecha de la izquierda y gobierne desde la reacción con incendiaria retórica izquierdista. 
Volvamos al inicio. No extraña que le llovieran tantas críticas al diputado que se le ocurrió twittear  la tal expresión. Si asombra, o al menos eso le llamó la atención al citado político, que varios de los que le criticaron por poner en las redes tal aserto, fueran diputados de otros grupos políticos. Y también representantes públicos de otros niveles (diputados autonómicos y alcaldes y concejales). Le pasmó, decía sin salir de su asombro, porque todos ellos han jurado o prometido –algunos las dos cosas- la constitución española de 1978. No sólo aplicarla. También defenderla. Pues resulta que la constitución  dice en su artículo 128, apartado primero para más señas, que “toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad, está subordinada al interés general”. Al general, no al privado.  Por tanto, concejales, diputados, senadores y todos los cargos públicos que juran o prometen la constitución están obligados a defender que la riqueza del país se debe subordinar al interés general. Claro que treinta años seguidos de gobiernos que han hecho lo contrario, seguramente ha generalizado el olvido de esta obligación.
Bueno sería que los munícipes que tomen posesión de aquí a poco más de un mes, también los diputados provinciales y los autonómicos, se leyeran la constitución antes de prometerla o jurarla. De lo contrario, como muchos de los que están y de los que se van, van a cometer un perjurio continuado. Bueno sería porque, tal vez, algunos no la jurarían o prometerían. O lo harían por imperativo legal, o poniendo objeciones a algunos artículos o cruzando los dedos por detrás o vaya usted a saber. Lo más divertido es que muchos de los que no creen en el artículo 128 –ni en tantos otros- se niegan de rotundo modo a que se cambie una sola coma del texto constitutcional. Prefieren ser perjuros a darle la razón a quienes dicen que la constitución necesita algo más que chapa y pintura.