"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

sábado, 28 de abril de 2012

ENVUELTOS EN LA BANDERA


        La nacionalización de la mayoría de las acciones de YPF, la filial de Repsol, ha puesto de manifiesto cómo operan dos lógicas, o dos relatos como ahora dicen los modernos, radicalmente diferentes. Dentro de cuatro años Argentina celebrará el bicentenario de su constitución como Estado (se independizó en julio de 1816, si bien todavía habría de pasar un siglo hasta que el nuevo país logró la conquista del desierto y, sobre todo, del Chaco). Por tanto, los discursos oídos estos días nos pueden desligarse de una construcción nacional todavía en curso. No han de extrañar las apelaciones a “lo nuestro” o que un ministro diga que “nos han robado los recursos naturales de oro, plata, aceite, azúcar, los limones, agua, soja, cueros, para construir su riqueza desproporcionada con la esclavitud”. En este marco, un chivo expiatorio, un enemigo fácil de identificar, facilita el relato de la construcción nacional como paso a la emancipación social. Y el ministro Soria, con sus torpes palabras, fue capaz de unir, en el imaginario argentino, a conquistadores y multinacionales trazando una línea de continuidad entre unos y otras.
Frente a esta lógica de la utilización del sentimiento para favorecer a las élites económicas, se contrapone desde aquí la lógica de la rentabilidad y el beneficio de la globalización. Porque, por más que se repita, la mayoría del capital de Repsol no es español. A mayores, de lo que gana por todo el mundo, sin contar lo que tiene en paraísos fiscales, que es mucho, sólo el 25% lo tributa en España. En el fondo, la empresa hace honor al significado estricto del término multinacional. Ahora bien, como entre sus propietarios se incluyen empresas públicas de otros países, nos encontramos con el contrasentido de que el gobierno español se está esforzando por defender tanto los intereses de fondos privados como los de otros gobiernos. 
    En suma, mientras el gobierno de Argentina, falaz y arbitrariamente, por supuesto, resguarda los recursos propios para que sirvan para mantener a los argentinos, el nuestro se dedica a preservar un status quo en el que las materias primas se utilizan no para el consumo y la generación de riqueza, sino para especular en el mercado. A todos los españoles beneficiaría dicha empresa, si los sucesivos gobiernos españoles no la hubieran privatizado en tandas que comenzaron en 1987 (Felipe González) y concluyeron diez años después (Aznar). No se enfrentan, pues, Argentina y España, sino dos lógicas diferentes que, en última instancia, coinciden en beneficiar a unos pocos y en arroparse con banderas.

viernes, 13 de abril de 2012

SÓFTBOL EN ÁVILA

       Tremendo partido de sóftbol entre los de Ávila y Talavera de la Reina. El público, menos que en el triangular del pasado año que incluyó a los segovianos, disfrutó tanto de los abaniqueos de los bateadores como de la música y la comida. Y hasta de las discusiones de los jardineros: “cómo tu quieres que agarre esa bola, compay, si el José Luis la ha pinchao duro.” Cierto que será difícil ver un robo de base como el que tuve la oportunidad de disfrutar con Cándido no ha mucho en Anaheim entre los beisboleros Angelinos y las Rayas de Tampa (Tampa Bay Devil Rays). También cierto es que en el sóftbol la pelota es algo más grande y pesada y el bate más corto que en el béisbol. Pero no menos lo es que, sábado tras sábado, cuando llega el buen tiempo, se puede disfrutar en Ávila de los intentos de los dominicanos abulenses de hacer un infield hit a sus contrarios (comprender esta jugada se lo debo a Miguelito Casillas) y de, en definitiva, ver cómo su bateador llega al home tras pisar tres bases.  
        Mientras discutían si un defensa había obstruido al corredor, recordaba cómo en la presentación de un libro del historiador James D. Cockcroft, pronto  pasamos a hablar sobre su clásico Los latinos en el béisbol de Estados Unidos en el que examinaba no sólo el impacto de los latinos en el béisbol, sino cómo su presencia había generado espacios de integración entre los que llegaban a ese país. Algo, por lo demás, próximo a lo que sucede en otros lugares. De hecho, el libro de Andrés Fábregas Lo sagrado del rebaño, sobre el mexicano equipo de las Chivas de Guadalajara lleva el subtítulo de “el fútbol como integrador de identidades”. Y, si miramos a nuestro país, veremos cómo muchas personas conocen de Hispanoamérica solamente los lugares de procedencia de los más nombrados futbolistas. Es más, seguro estoy de que no pocas personas podrían relacionar los países de dicho continente por el procedimiento de enumerar deportistas.  
       Y es necesario recordar hoy estas cosas porque en tiempo de draconianos recortes desaparece en total silencio el Fondo de Acogida e Integración sin que los que nos encontramos abrumados por otras podas nos acordemos de él. Muchos de los que nos han dado lo mejor de sí no tienen ahora ni medios para regresar a su país de origen ni para subsistir entre nosotros. Entre otras cosas porque, con el sálvese quien pueda, fueron los primeros en caer. Y, sin embargo, todos los que llegaron tienen la misma dignidad que Messi, Kaká, Falcao o el que ustedes gusten.

lunes, 2 de abril de 2012

Los dueños del tiempo

Todavía no había amanecido cuando, bajo un gran aguacero, salimos de San Cristóbal de las Casas. Entraba fuerte norte desde el Golfo y el huracán Stan comenzaba a hacerse notar por el Pacífico. Con gran dificultad llegamos hasta Teopisca donde tuvimos que parar en espera de que el temporal amainara. Para nuestra sorpresa, según el reloj de la presidencia municipal, ignorante de las leyes de la relatividad, habíamos llegado antes de partir. Pronto fuimos advertidos de que no se trataba de una mera falta de actualización de la máquina citada: “ustedes traen la hora del gobierno, aquí manejamos la hora de Dios”. Y así ocurre que miles de indígenas de los pueblos originarios no sólo se niegan a cambiar la hora, aunque lo mande el gobierno, sino que ni tan siquiera les importa cuál sea. Tal vez porque saben que una hora no es más que el nombre que le damos a una parte del día y que, por mucho que cambiemos su nombre, el sol no variará su transcurso. O tal vez porque sospechen que esas mudanzas incluyen una implícita pero peligrosa expropiación del tiempo que se ha de vivir.
E.P. Thomson mostró cómo la irrupción de los relojes en la cotidianeidad supuso un cambio de las mentalidades y de las prácticas vitales cotidianas: la conversión del tiempo en moneda, el tiempo es oro decimos, permitió una radical transformación del mundo del trabajo y con él, de toda la vida. Con la homogeneización horaria impuesta por el capitalismo el trabajo dejó de medirse por su producto, por sus efectos, y pasó a medirse exclusivamente por el tiempo empleado (horas, quincenas, meses). Si en épocas no tan remotas se contrataba en estas tierras por obradas o por la producción de un bien, tardásese lo que se tardara, el funcionamiento empresarial impuso salarios medidos por tiempos. Obviamente ello incluyó un explícito prerrequisito: no se podía perder el más mínimo. Pero con tal medida, sin que muchos se percataran, se mercantilizó el tiempo a través de su conversión en un abstracto valor que se paga con moneda corriente. Justamente por ello, dejó de ser propiedad de las personas, se expropió, para pasar a serlo de los difusos pero concretos sistemas de mercado. 
En los últimos años, la pérdida del control del propio tiempo por las personas se ha incrementado debido a la incorporación de un concepto aparentemente nuevo al mundo laboral: la flexibilización de las jornadas. So pretexto de beneficiar a los que trabajan con horarios más flexibles, lo que en la práctica ha acontecido es   que si el empleador decide cuándo se trabaja y cuándo no, sin contar con el empleado, se hace dueño de la totalidad de su tiempo, y, por ende, de la vida de éste. Y, en tal empeño, además de otras sinrazones, incide la reforma laboral que el nuevo gobierno ha impuesto. Así pues, si pocas fueran las razones para apoyar la huelga, no es la defensa del propio tiempo, de la propia vida, la menor para hacerlo.