"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

jueves, 21 de junio de 2012

LA NEOLENGUA


         Pasar un día ante la puerta de la Cartuja granadina y al siguiente de la burgalesa de Miraflores invita a pensar si uno se encuentra perdido en el mundo. O, cuando menos, si será menester, como indican los cartujos, usar las palabras solo para aquello que sea imprescindible o incluso si tendría razón Wittgenstein al concluir su Tractatus logico-philosophicus con la lapidaria invitación al silencio. Mas, como quiera que el vienés en sus posteriores Investigaciones filosóficas nos invitó a pensar que si existe lo social es porque los humanos nos hablamos y, al hacerlo, construimos colectivamente la sociedad, tal vez fuera bueno prestar atención a estos nuevos juegos del lenguaje cotidiano destinados, como en la neolengua imaginada por Orwell en su 1984, a generar nuevas realidades por el procedimiento de cambiar los significados.
Así, soslayando todo lo que el diccionario dice que significa “austeridad”, se cercenan con el paraguas de este nombre derechos que, si se creían básicos e inalienables, están hoy en almoneda. El anterior presidente de gobierno hablaba de desaceleración para no mentar la crisis. El actual de ajustes y reformas para no hacer lo propio con los recortes. Se llama izquierda radical a un partido griego que defiende, coma arriba coma abajo, lo mismo que el socialista cuando está en la oposición (que, por cierto, no es lo mismo que lo que decía cuando gobernaba), o se llama moderado a un político que ha cambiado tres veces de opinión en un año y que es, en muy buena medida, responsable de lo que actualmente acontece en su país. Se piden menos políticos en el gobierno y más tecnócratas cuando, cosas de la vida,  el ministro de economía y media docena de secretarios de estado, fichados de algunos de los consejos de administración que han arruinado, son genuinos representantes de esa tecnocracia que los que siempre desconfían de la democracia quieren imponer. O, puestos a meterse con todo, pues todo español que se precie, de derechas o de izquierdas, mantiene en su vida un punto ácrata, se clama contra todos los políticos sin distinción metiendo en el mismo saco al que ha hecho de la acomodación al buen sueldo, aunque exija cambiar de criterio pues el único que tiene es decir a quien manda y le garantiza el puesto,  y al concejal de pueblo que mantiene con su esfuerzo y, a veces, su bolsillo, al ayuntamiento de su localidad.
Y así, en una época de crecimiento económico negativo, lo que siempre hemos llamado ir cuesta abajo, lo que descubrimos es que los que a diario anhelan embelesarnos con su pomposa neolengua, lo único que pretenden es aturullarnos, es decir, confundirnos y engañarnos para que no sepamos qué hacer o qué decir. Tal vez hoy día lo primero que hay que exigir a quien nos gobierna, en cualquier nivel de arriba a abajo y de abajo arriba, es que llame al pan, pan, y al vino, vino. Aunque eso le cueste el puesto. Tal vez, también, la resistencia más eficaz a tanta tropelía comience justamente por lo mismo: decir que los pájaros son pájaros y no "pío-píos".

lunes, 11 de junio de 2012

EXPECTATIVAS


        Si bien hace ya más de dos siglos que existen mercados de futuros sobre materias primas, productos agrícolas y otras mercancías (ya saben, no se compran o se venden las patatas que hemos recogido sino las que ni siquiera hemos plantado), en las dos últimas décadas este tipo de operaciones, tan arriesgadas como rentables, se han trasplantado con éxito a los productos financieros. Pero a medida que la mayor rentabilidad económica se conseguía especulando con lo esperado, tan real como intangible, la expectativa se convertía en elemento fundamental para guiar los mercados. 
        Poco a poco, muchas personas dejaron de comprar sus viviendas por la comodidad que le ofrecían para vivir y pasaron a hacerlo por la expectativa de la ganancia, es decir, por el precio en que calculaban que se podría vender. Y así, pasito a pasito, las cosas en su conjunto dejaron de valer lo que cuestan para pasar a valer lo que se espera que valgan. Si se cree que algo valdrá mucho en el futuro, comenzará a subir ahora su precio. Si, al contrario, se piensa que con el paso del tiempo, nada valdrá, su depreciación se iniciará de inmediato. 
         Pero, más allá de la fortuna o miseria que alguno pueda conseguir con sus apuestas, el problema con el que nos enfrentamos en nuestra provincia y su capital es que, afuera, han decidido que poco es lo que valdremos en el futuro. Y como tal piensan, aunque eso contribuya a que nos vaya peor, en coherencia actúan: ni autovía, ni tren, ni mano de obra especializada (alguno se ufanó no ha tanto de su baratura), ni nuevas empresas. Y adiós, eso sí, a las viejas de aquí, abandonadas por una caja regalada que les negó liquidez cuando todavía tenían futuro. Porque ni los de acá ni los de acullá parecen creer en el de una ciudad y provincia excluidas, ahora como antes, de los presupuestos generales del Estado y de los de la Comunidad Autónoma. Lo malo de las profecías autocumplidas, de cuyo riesgo ya Kant nos advirtió, es que, a veces, efectivamente se cumplen. Y por eso, mientras en otros lugares deja el paro de crecer, aquí no toca fondo. Y ahora hemos perdido, además, la última herramienta, tan falaz como dramática, para combatir el paro. Durante años nuestros próceres sacaban pecho para decir que la tasa de paro de Ávila era más baja que la de otros muchos lugares. Pero, se callaban que así era sólo porque la gente se marchaba de aquí. No había parados porque, mientras en otros lugares se recibía población, aquí se expulsaba. Y ahora ese momio se les acabó porque ya  no hay dónde ir y los más jóvenes han de quedarse en casa de sus padres para poder sobrevivir.
         Estamos en el límite del no retorno. O las autoridades, de todos los niveles, dejan de mirarse el ombligo y de jugar a intrigas palaciegas –del cómo me la maravillaría local hasta el presidente de la Junta se ha quejado diciendo que las decisiones que éste y aquél tomaron sólo buscaban "salvar sus posaderas"- y se ponen de verdad a trabajar en lo que toca –generar empleo- o, con suerte,  la provincia de Ávila será una gigantesca  residencia de ancianos.

viernes, 25 de mayo de 2012

LOS MEDIOS MEDIADOS


      Numerosos periódicos nacionales e internacionales parecen haber perdido en los últimos tiempos el sentido de la jerarquía de las noticias. Titulares que por su tamaño o ubicación estaban reservados no hace mucho para noticias de inusitada relevancia son utilizados hoy para contar cualquier evento que la tiene escasa. Y lo mismo puede decirse de las emisoras de radio donde un gol de un partido entre dos equipos de mitad de la tabla de cualquiera de las divisiones se canta con el mismo apasionamiento que el que decide el campeón de una competición planetaria. Qué decir de la dificultad de discernir en unos informativos televisivos en que, hasta en los más serios, se dedican más minutos a contar el tiempo que hemos tenido, cómo si no lo supiéramos, que aquello que por su novedad debiera ser noticiable. Incluyo en la barahúnda, por supuesto, a los millares de mensajes nacidos y distribuidos a través de las paradójicamente denominadas redes sociales en las que junto al reposado análisis del filósofo clásico aparece, en inusitada igualdad, cualquier despropósito.
Nunca hemos tenido tantos medios de comunicación como ahora. Tal vez por ello en ningún tiempo la caducidad de una noticia haya sido tan breve. Se suceden las noticias a tal ritmo, se amontonan y amalgaman a tal velocidad, que eliminan cualquier atisbo de reflexión. Se despista uno un ratillo y el banco que había sido puesto como espejo en los que los demás se debían reflejar ha quebrado sin que se sepa cómo. Antes de que un lector, oyente o telespectador pueda pensar en lo que ha leído, oído o visto, ya tiene ante sí tal panorama para elegir que, en la práctica, termina sucumbiendo ante el ruido. Cuando, como en estas páginas [Diario de Ávila] hemos visto, cómo un gobernante es capaz de atribuirse la lluvia con total tranquilidad y sin sonrojo porque sabe perfectamente que antes de que uno se ría otro medio hablará de la salida del sol, los llamados medios de comunicación deberían plantearse que si el exceso de mediación puede dificultar la comunicación, su total eliminación, puede hacerlos innecesarios. 
      Ciertamente los medios de comunicación deben acompañar a los tiempos para no quedar obsoletos. Pero, esto no significa abandonarse ni a la propaganda, ni al más puro mercantilismo. Los que olvidan lo complejo de sus funciones y, excesivamente confiados en su capacidad hipodérmica, se acomodan a lo espurio, corren el riesgo de transformarse en algo tan superfluo como prescindible para una sociedad que no quiera adormecerse en el letargo  de la incertidumbre.

jueves, 10 de mayo de 2012

AUTOPÍA


    Mediaba el siglo XX cuando Walt Disney creó Autopía, una atracción en sus conocidos parques que pretendía, además de obtener beneficios, mostrar cómo sería el feliz mundo del futuro: centenares de coches con sus rubios conductores sonrientes ordenadamente circulando por raíles, en un espacio bajo control por parte de las autoridades, y dando vueltas sin fin. La nueva autopía, nacida con los forceps de la industria del sector y subvencionada por petroleras inexpropiables, se definiría como el lugar de la ideal movilidad gracias al automóvil. California sería, como ha mostrado Axelroad en su magnífico libro “Inventar Autopía: sueños y visiones de la metrópolis moderna en Los Angeles durante la era del jazz”, el primer lugar, antes incluso de que Disney inventase su atracción, en que se intentaría poner en práctica.
Pero, en “Los Angeles: arquitectura de cuatro ecologías”, señalaba Banham hace ya más de cuarenta años, que más allá de la desarticulación de todo urbanismo posible, a la autopía, como mística de la metrópolis, subyace una contradicción irresoluble: si, por una parte, la conducción por las carreteras públicas permite la apariencia de la movilidad democrática con el vehículo privado, por otra, la libertad inherente a esa movilidad sólo puede hacerse con conductores que, aislados de todo y desconectados de lo que les rodea, pierden dentro del vehículo aquello que les hace humanos: su vinculación con los otros y con la naturaleza. Así pues, para bien y para mal, como de manera enfática insisten varios de los autores de “Autopía: coches y cultura”, el coche es un ineludible condicionantes de nuestra forma de vida.
     Ahora, una vez que se ha impuesto la lógica de la movilidad de la mercancía en lugar de la del ser humano, los adalides del recorte han hallado en ese falso paraíso fácil caladero para ajustar cuentas: permiso de circulación, ORA, multas, céntimo sanitario, ITV, estacionamientos y todos los gastos conocidos que pagan los dueños de vehículos. Por si poco fuera, de manera doblemente falaz, argumentan la idoneidad de cobrar por circular por autovía, algo que en esta tierra es ya usual. Dicen los nuevos visionarios que pague quien circula por ellas. Sin entrar a considerar que por tales carreteras van y vienen las mercancías cuyos precios todos pagamos, se podría llevar el argumento hasta el absurdo: que pague la educación quien tenga hijos en edad escolar; la sanidad quien esté enfermo; los juicios y juzgados, los condenados; la policía, los delincuentes, y así hasta acabar no ya con el estado, sino con la sociedad.  Ya lo dijo la británica madre del neoliberalismo actual: la sociedad no existe, sólo hay individuos. ¡Por buen camino van sus imitadores patrios!

sábado, 28 de abril de 2012

ENVUELTOS EN LA BANDERA


        La nacionalización de la mayoría de las acciones de YPF, la filial de Repsol, ha puesto de manifiesto cómo operan dos lógicas, o dos relatos como ahora dicen los modernos, radicalmente diferentes. Dentro de cuatro años Argentina celebrará el bicentenario de su constitución como Estado (se independizó en julio de 1816, si bien todavía habría de pasar un siglo hasta que el nuevo país logró la conquista del desierto y, sobre todo, del Chaco). Por tanto, los discursos oídos estos días nos pueden desligarse de una construcción nacional todavía en curso. No han de extrañar las apelaciones a “lo nuestro” o que un ministro diga que “nos han robado los recursos naturales de oro, plata, aceite, azúcar, los limones, agua, soja, cueros, para construir su riqueza desproporcionada con la esclavitud”. En este marco, un chivo expiatorio, un enemigo fácil de identificar, facilita el relato de la construcción nacional como paso a la emancipación social. Y el ministro Soria, con sus torpes palabras, fue capaz de unir, en el imaginario argentino, a conquistadores y multinacionales trazando una línea de continuidad entre unos y otras.
Frente a esta lógica de la utilización del sentimiento para favorecer a las élites económicas, se contrapone desde aquí la lógica de la rentabilidad y el beneficio de la globalización. Porque, por más que se repita, la mayoría del capital de Repsol no es español. A mayores, de lo que gana por todo el mundo, sin contar lo que tiene en paraísos fiscales, que es mucho, sólo el 25% lo tributa en España. En el fondo, la empresa hace honor al significado estricto del término multinacional. Ahora bien, como entre sus propietarios se incluyen empresas públicas de otros países, nos encontramos con el contrasentido de que el gobierno español se está esforzando por defender tanto los intereses de fondos privados como los de otros gobiernos. 
    En suma, mientras el gobierno de Argentina, falaz y arbitrariamente, por supuesto, resguarda los recursos propios para que sirvan para mantener a los argentinos, el nuestro se dedica a preservar un status quo en el que las materias primas se utilizan no para el consumo y la generación de riqueza, sino para especular en el mercado. A todos los españoles beneficiaría dicha empresa, si los sucesivos gobiernos españoles no la hubieran privatizado en tandas que comenzaron en 1987 (Felipe González) y concluyeron diez años después (Aznar). No se enfrentan, pues, Argentina y España, sino dos lógicas diferentes que, en última instancia, coinciden en beneficiar a unos pocos y en arroparse con banderas.

viernes, 13 de abril de 2012

SÓFTBOL EN ÁVILA

       Tremendo partido de sóftbol entre los de Ávila y Talavera de la Reina. El público, menos que en el triangular del pasado año que incluyó a los segovianos, disfrutó tanto de los abaniqueos de los bateadores como de la música y la comida. Y hasta de las discusiones de los jardineros: “cómo tu quieres que agarre esa bola, compay, si el José Luis la ha pinchao duro.” Cierto que será difícil ver un robo de base como el que tuve la oportunidad de disfrutar con Cándido no ha mucho en Anaheim entre los beisboleros Angelinos y las Rayas de Tampa (Tampa Bay Devil Rays). También cierto es que en el sóftbol la pelota es algo más grande y pesada y el bate más corto que en el béisbol. Pero no menos lo es que, sábado tras sábado, cuando llega el buen tiempo, se puede disfrutar en Ávila de los intentos de los dominicanos abulenses de hacer un infield hit a sus contrarios (comprender esta jugada se lo debo a Miguelito Casillas) y de, en definitiva, ver cómo su bateador llega al home tras pisar tres bases.  
        Mientras discutían si un defensa había obstruido al corredor, recordaba cómo en la presentación de un libro del historiador James D. Cockcroft, pronto  pasamos a hablar sobre su clásico Los latinos en el béisbol de Estados Unidos en el que examinaba no sólo el impacto de los latinos en el béisbol, sino cómo su presencia había generado espacios de integración entre los que llegaban a ese país. Algo, por lo demás, próximo a lo que sucede en otros lugares. De hecho, el libro de Andrés Fábregas Lo sagrado del rebaño, sobre el mexicano equipo de las Chivas de Guadalajara lleva el subtítulo de “el fútbol como integrador de identidades”. Y, si miramos a nuestro país, veremos cómo muchas personas conocen de Hispanoamérica solamente los lugares de procedencia de los más nombrados futbolistas. Es más, seguro estoy de que no pocas personas podrían relacionar los países de dicho continente por el procedimiento de enumerar deportistas.  
       Y es necesario recordar hoy estas cosas porque en tiempo de draconianos recortes desaparece en total silencio el Fondo de Acogida e Integración sin que los que nos encontramos abrumados por otras podas nos acordemos de él. Muchos de los que nos han dado lo mejor de sí no tienen ahora ni medios para regresar a su país de origen ni para subsistir entre nosotros. Entre otras cosas porque, con el sálvese quien pueda, fueron los primeros en caer. Y, sin embargo, todos los que llegaron tienen la misma dignidad que Messi, Kaká, Falcao o el que ustedes gusten.

lunes, 2 de abril de 2012

Los dueños del tiempo

Todavía no había amanecido cuando, bajo un gran aguacero, salimos de San Cristóbal de las Casas. Entraba fuerte norte desde el Golfo y el huracán Stan comenzaba a hacerse notar por el Pacífico. Con gran dificultad llegamos hasta Teopisca donde tuvimos que parar en espera de que el temporal amainara. Para nuestra sorpresa, según el reloj de la presidencia municipal, ignorante de las leyes de la relatividad, habíamos llegado antes de partir. Pronto fuimos advertidos de que no se trataba de una mera falta de actualización de la máquina citada: “ustedes traen la hora del gobierno, aquí manejamos la hora de Dios”. Y así ocurre que miles de indígenas de los pueblos originarios no sólo se niegan a cambiar la hora, aunque lo mande el gobierno, sino que ni tan siquiera les importa cuál sea. Tal vez porque saben que una hora no es más que el nombre que le damos a una parte del día y que, por mucho que cambiemos su nombre, el sol no variará su transcurso. O tal vez porque sospechen que esas mudanzas incluyen una implícita pero peligrosa expropiación del tiempo que se ha de vivir.
E.P. Thomson mostró cómo la irrupción de los relojes en la cotidianeidad supuso un cambio de las mentalidades y de las prácticas vitales cotidianas: la conversión del tiempo en moneda, el tiempo es oro decimos, permitió una radical transformación del mundo del trabajo y con él, de toda la vida. Con la homogeneización horaria impuesta por el capitalismo el trabajo dejó de medirse por su producto, por sus efectos, y pasó a medirse exclusivamente por el tiempo empleado (horas, quincenas, meses). Si en épocas no tan remotas se contrataba en estas tierras por obradas o por la producción de un bien, tardásese lo que se tardara, el funcionamiento empresarial impuso salarios medidos por tiempos. Obviamente ello incluyó un explícito prerrequisito: no se podía perder el más mínimo. Pero con tal medida, sin que muchos se percataran, se mercantilizó el tiempo a través de su conversión en un abstracto valor que se paga con moneda corriente. Justamente por ello, dejó de ser propiedad de las personas, se expropió, para pasar a serlo de los difusos pero concretos sistemas de mercado. 
En los últimos años, la pérdida del control del propio tiempo por las personas se ha incrementado debido a la incorporación de un concepto aparentemente nuevo al mundo laboral: la flexibilización de las jornadas. So pretexto de beneficiar a los que trabajan con horarios más flexibles, lo que en la práctica ha acontecido es   que si el empleador decide cuándo se trabaja y cuándo no, sin contar con el empleado, se hace dueño de la totalidad de su tiempo, y, por ende, de la vida de éste. Y, en tal empeño, además de otras sinrazones, incide la reforma laboral que el nuevo gobierno ha impuesto. Así pues, si pocas fueran las razones para apoyar la huelga, no es la defensa del propio tiempo, de la propia vida, la menor para hacerlo.   

viernes, 16 de marzo de 2012

PARADOJAS, MENTIROSOS Y CUENTOS

      Tras el último cambio de gobierno se han reiterado desde no pocos ángulos las voces que pregonan las maldades que supuestamente caracterizan el sistema educativo y la gran cantidad de ignorantes que, desde Maravall a nuestros días,  ha provocado. A la vez, y sin aparente contradicción, como todo vale, se reitera desde las mismas posiciones que es intolerable, y mucha razón tienen, que la generación mejor preparada de la historia del país esté abocada a la desesperación por ausencia de expectativas. Pero, como difícil es alterar las fechas, resulta que a poco que se mire se ve que tan pérfido sistema educativo es el mismo que ha propiciado una generación tan bien preparada. Así pues, o lo uno o lo otro. O no es tan malo el diseño que se quiere desmantelar, o bien no son tan competentes los que de él salen. La respuesta, obviamente, al gusto de cada quien. 
Quienes no parecen haber pasado por la más básica aritmética, aunque tal vez hayan coqueteado con geometrías no euclídeas, son algunos de los que ahora se vanaglorian proclamando urbi et orbi su habilidad contable. Decía no ha muchos días en las páginas de este periódico un dirigente regional, que lo mejor del decreto que permitirá a los proveedores cobrar de las administraciones municipales es que, por fin, se va a conocer la deuda real de éstas. No decía que, mientras tanto, han quedado en evidencia aquellos que acá y acullá negaron durante decenios que las que gestionaban tenían deudas. Pero como es sabido cuán rápido se coge a un mentiroso, algunos de los que por doquier hace un año, o dos, o tres, decían que sus cuentas eran impecables, reconocen ahora algún agujero si entre todos, proveedores que acepten “quitas” y ciudadanos que abonemos los intereses que generen estos adelantos a cuenta, lo pagamos. Pero, tranquilidad, que nadie se sentirá aludido por mucho que el gallo cante tres veces. 
Más enmarañado es lo del déficit de nuestra comunidad autónoma. No ha faltado quien se ufane porque aquí con el céntimo sanitario y poco más, apenas habrá que re-ajustar. Pero se les olvida contar, que en Ávila y Castilla y León el ajuste lo habíamos hecho con bastante antelación. Mientras otras regiones crecían en infraestructuras de todo tipo, que ahora tendrán que pagar, cierto, aquí seguiremos sin ellas, pero contribuyendo a pagar las de los demás. 
      Tal vez,  a unos y otros, con eso del debate acerca del sexismo en la lengua, les ha sobrevenido una confusión que les ha llevado a creer que cuentas es el femenino de cuentos, y queriéndonos hablar de aquellas, nos dieron con estos.

viernes, 2 de marzo de 2012

EL RECORTE INVISBLE


Con motivo de la primera sentencia contra Garzón, que las posteriores no modifican, se hane scucahdo todo tipo de comentarios. Algunos moderados, otros claramente desaforados. A su vez, estos han provocado airadas reacciones de personas o colectivos que, parece ser, consideran legítimo que la ciudadanía se indigne con el poder ejecutivo y con el legislativo, mas no con el judicial, como si su fuerza emanara de algún diferente lugar que no fuera la soberanía popular. 
Si a otro poder atendemos, veremos como conspicuos dirigentes del partido en el gobierno, y hasta su portavoz, so pretexto de que la cosa está muy mal y algo hay que hacer, ¿quién tal puede cuestionar?, proyectan improperios de diversa índole contra cualquiera que ose criticarles, como si inherente a la mayoría absoluta fuera la absoluta verdad.
Permítaseme dar aparente salto para recordar ahora a cierto jefe policial que tilda a una parte de la ciudadanía de “enemigo”. Tras años de esfuerzos de miles de policías que se han dejado literalmente la vida por salvar la de ciudadanos a quienes querían servir, que se han dejado horas de sueño, esfuerzos, energías y familias para acrecentar la confianza que la población tiene en unas fuerzas de seguridad profesionales y que han sabido estar a las duras, casi siempre, y las maduras, viene un jefe policial y, sin que la representante del gobierno le diga ni mu, desprecia en una sola frase a todos los ciudadanos incluyendo a sus propios compañeros y subordinados que tanto han hecho para que se sepa lo acertado de que la ciudadanía entregue el monopolio de la violencia a los estados. Gobiernos que, por cierto, sigla tras sigla, se empeñan en no conceder derechos que cualquier ciudadano tiene a una parte de los miembros de esos cuerpos de seguridad, manteniendo la paradoja de llamar civil, a un cuerpo que tal no se le deja ser, a pesar de que su actuación cada día lo manifiesta.
Y dirá alguien ahora que qué tiene que ver el enfado del Poder Judicial,  lo del gobierno criticón, el policía que no sabe dónde vive y la delegada muda. Pues únanse a ese cóctel los periódicos y empresas de información que se cierran,nacionales (como Público) o locales (como Aviladigital), los centenares de periodistas que por todo el país están perdiendo su trabajo y se descubrirá un sibilino, casi invisible, recorte que no se nota tanto como otros y que, para muchos, pasa desapercibido. Pero, como sea, mediante subrepticias amenazas a quien disiente, “el enemigo”, se crean cada día condiciones para que crezcan las trabas a la libertad de expresión. Nadie ha sintetizado tan bien la cuestión como la hermana del Jefe del Estado al ser interrogada por el más célebre imputado del mes: ¡a callar!

martes, 21 de febrero de 2012

DE QUIÉN ES EL PATRIMONIO


El reciente robo de las joyas de la Fuencisla, en Segovia, junto a la sustracción, con destrozo incluido, del mosaico romano de Baños de Valdearados, en Burgos, ha generado una suerte de inquietud sobre la protección del patrimonio cultural que, si bien es bienvenida, puede provocar efectos perversos. No son estos robos cosa de todos los días, afortunadamente, pues dice el nuevo delegado del gobierno en Castilla y León, que, durante el año pasado, se han producido trece en la comunidad. Claro que, para quienes han perdido algo querido, es mucho, con uno que sea. Es más, cualquier expolio, incluidos los que a diario se cometen de pequeñas piezas en los castros desprotegidos, es una pérdida irreparable, por mucho que parte de lo hurtado se recupere.
Como fuere, el desasosiego generado ha llevado a la consejera de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León ha solicitar mayor seguridad para las más de 230.000 piezas inventariadas en diferentes manos. Y si más no son es por la racanería de los que, desde que abren un expediente para declarar algo BIC hasta que lo cierran, dejan pasar varias generaciones. Tal vez porque, además de permitir la promesa del arreglo año tras año, es más efectista visualmente la ruina que su amenaza.  
Con tanta reunión y vaivén, no ha faltado dueño de museo que diga que todas las piezas de valor deben estar convenientemente protegidas en, obviamente, los museos. Cierto que hay en mitad de la nada retazos patrimoniales de incalculable valor (aunque quienes lo compran y venden lo calculan con rapidez). Pero, no es admisible aprovechar la situación para cambiar  el uso y la propiedad. No se vale decir que las “gentes sencillas” no entienden el valor de las piezas sacras de su pueblo, como alguien ha dicho. ¿Quién las mandó hacer, pagó y cuidó con esmero? ¿Cómo se le puede decir a un fiel (o a un infiel) que debe dejar de visitar la imagen que le enraíza en su pueblo y que, si la quiere ver, ha de ir a un museo y, por supuesto, abonar la entrada?
Crismones, esculturas, cuadros, objetos de culto, de uso lúdico u otros que no sabemos para qué sirven, como un verraco, se trasladan del lugar que les da sentido y con ello se les quita el sentido a las gentes, sencillas o complejas, que no busca en ellos el valor económico, sino un difuso sentimiento de arraigo a un lugar y unas personas. Cuándo aprenderemos que la única forma de proteger el patrimonio cultural (y natural) del medio rural, es logrando que quienes en él viven no tengan que dejarlo.

martes, 7 de febrero de 2012

Conocimientos y creencias


El inquilino de la columna que en este mismo lugar apareció el pasado  martes, so pretexto de invocar a la patrona de la Tierra de Ávila en demanda de agua, también podría haber mencionado la necesidad de cumplir y avanzar en el protocolo de Kioto pero reconozco que más fácil es que llueva por la intercesión de Nuestra Señora de Sonsoles que porque los gobernantes del mundo se decidan a combatir el cambio climático como Dios manda, me coloca bajo paraguas de equivocado color. Me atribuye, aquel cuyas iniciales son tres pes, no ser partidario de santos y plegarias, como si ambas cosas estuvieran en el mismo cajón, cuando no debieran pues, aunque en ocasiones converjan, se amparan en lógicas diferentes. Y con tal presupuesto nada menos que me tilda de agnóstico, como si yo alguna vez algo hubiera dicho al respecto.
Pero, Paco, cómo confundes agnosticismo con escepticismo. De esto último, en su versión filosófica, que no psicológica, supongo tardío efecto de leer a Guillermo de Occam,  me confieso militante. Claro que otro escéptico, sin duda más consecuente, me dirá que no culpe a aquel franciscano del siglo XIV, pues haber sido concejal otorga méritos suficientes para el descreimiento.
En lo tocante a lo religioso, pues se puede ser escéptico o agnóstico en diversos ámbitos de la vida, si bien no necesariamente en todos, agnósticos son, paradójicamente, muchos creyentes. Si agnóstico es quien afirma que la existencia de Dios no puede ser afirmada ni negada pues es imposible conocer si existe, aquellos que desconsideran la apologética y apuestan por creer exclusivamente por medio de la fe, sin razón, entrarían en esta categoría. Pero, frente a esta posición, tan legítima, el escéptico no niega la posibilidad del conocimiento, sino que sospecha directamente que tanto las afirmaciones que lo prueban, como las que lo niegan, están preñadas de valoraciones socioeconómicas, morales, psicológicas y culturales que hay que desentrañar previamente.
            Es decir, el agnóstico dudará de los efectos milagrosos de nuestra patrona, mientras el escéptico, sin entrar a cuestionarlos, se preguntará previamente por qué hay que procesionarla en lugar de presionar a nuestros representantes para que tomen las decisiones que deben. Y, al final, mientras el agnóstico se mantiene en la indefinición, el escéptico descubrirá que las cumbres sobre el clima se quedan en declaraciones sin compromisos que no plantean un desarrollo efectivamente sostenible, sencillamente, porque el poderoso caballero cree que, a su voz, debemos doblar la cerviz.

miércoles, 25 de enero de 2012

ENCADENADOS

No hace muchos días millones de personas de todo el mundo se han sentido horrorizadas ante la vejación que cometían ciertos soldados que orinaban sobre los cadáveres de unos militares afganos. Al parecer lo que tanto ha indignado es la micción y no el hecho mismo de que, previamente, los hubieran podido haber matado. Como si fuera más injuria la que se recibe en muerte que la que, por estar vivo, te aniquila. Pero, enojarse contra la perversión de esta hueste, no debe dejar a salvo la iniquidad que la provoca, cual es la guerra que, a despecho de nuestro querer, pagamos entre todos
Se nos olvida, por cierto, que desde que se inició la guerra contra  Irak, ya hace once años, los EE.UU. han gastado más de 900.000 millones de euros en la misma y que el pasado 2011 ha enterrado la sexta parte de su PIB en aquellos desiertos tan llenos. Y, sin embargo, si uno ha de hacer caso a los analistas al uso, estos gastos nada tienen que ver con la crisis. ¿Seguro? Sin contar lo más doloroso, la pérdida inútil de tanta vida, incluida la del centenar de soldados españoles allí enviados, la ISAF, que es cómo se llama la fuerza española en Afganistán, nos ha costado 2.500 millones de euros y lo que te rondaré.
Ciertamente, al lado de los gastos descomunales de los Estados Unidos, es cifra ridícula. Aunque no tanto si la comparamos con otras. Por ejemplo, según el gobierno, el incremento de la contribución (o sea del tipo impositivo del IBI, que es como lo dicen), durante 2012 y 2013 va a permitir recaudar 918 millones de euros más (es decir, ni la mitad de lo que nos hemos gastado en Afganistán). Pero, como ahora dirán que este impuesto es progresivo, después de años de decir que no, que es proporcional, fijemos nuestros ojos en otros números. Por ejemplo, podemos decir que con lo que hemos gastado los españoles en esa no reconocida guerra habría para cubrir, con las cuentas actuales, el presupuesto del Ayuntamiento de Ávila durante 47 años. ¿Que el salto parece grande? Pues recordemos que lo de Afganistán ha costado lo mismo que lo invertido en 2011 por el anterior gobierno de Estado en servicios sociales y promoción social y poco menos de lo gastado en energía e industria. Luego clamarán por una reforma laboral abaratadora de despidos para arreglar lo del paro. 
En suma, los adoradores del becerro de oro prefieren que nos ofusquemos ante una ignominia, intolerable, a que indaguemos en las causas políticas y económicas que llevan a una persona a dejar de serlo cometiéndola.

lunes, 9 de enero de 2012

Las palabras y las cosas


Es escuchar un telediario u hojear un periódico y se me aparece Humpty Dumpty, con su cuerpo de huevo, subido en el muro en el que lo dejó sentado Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, diciéndole a la niña que el significado de las palabras no depende de las cosas mismas sino de quien manda. ¿Será que no nos ponemos de acuerdo porque creemos que, cuando usamos las mismas palabras, decimos lo mismo y sin embargo cada quien atribuye los significados en función de la conveniencia? Porque, lo confieso, me lío mucho cuando alguien, aunque sea ministro, llama “esfuerzo de solidaridad” a que los que tienen menos paguen más que los que tienen mucho. Iba a escribir que los pobres mantengan a los ricos, pero, para los que mandan, sabido es,  cualquier afirmación que recuerde que hay pobres y, sobre todo, por qué los hay, se llama demagogia.  
Y difícil es, por cierto, saber en qué consiste eso de la demagogia. Si cualquiera, pongamos por caso, dice que las rentas de capital tienen que tributar más de lo que ahora lo hacen, no faltará locuaz portavoz que replique inmediatamente que se busca embaucar a desorientados mediante falaz demagogia. Ahora bien, si la misma persona sugiere que las rentas del trabajo han de hacer un esfuerzo (como si el esfuerzo no lo hicieran las personas en vez de unas abstractas rentas) e incrementar adicionalmente su tributación, ya no será demagogia sino la aplicación de racionalización a los procesos económicos. (Por supuesto, aunque no cambien la estructura impositiva, mejor que toquen el IRPF que el IVA, pero en el orden de los principios ni la excepcionalidad ni la temporalidad justifican la suspensión de la moralidad inherente a afirmar una cosa y hacer la contraria con una semana de diferencia: la historia, y el presente, nos muestran cómo demasiadas leyes “excepcionales” y temporales (todas lo son) se han convertido en habituales e inamovibles).
Así es que, con estos mimbres, que alguien acuse a la ciudadanía de estar acostumbrada al (casi) gratis total por participar de aquello que se sostiene con los impuestos que previamente ha pagado, ya sea la sanidad o actividades culturales, suena a ardid destinado a hacer pagar dos veces por lo mismo dando la impresión de que no se ha hecho ninguna y se depende de la magnánima generosidad del prócer de turno. Cosa distinta es cuánto y, sobre todo, quiénes deben pagar. Pero sobre esto, cualquier cosa que se diga y no coincida con lo que afirman los que nos han llevado a la ruina será, cómo no, demagogia.