Con motivo de la primera sentencia contra Garzón, que las posteriores no modifican, se hane scucahdo todo tipo de comentarios. Algunos moderados, otros claramente desaforados. A su vez, estos han provocado airadas reacciones de personas o colectivos que, parece ser, consideran legítimo que la ciudadanía se indigne con el poder ejecutivo y con el legislativo, mas no con el judicial, como si su fuerza emanara de algún diferente lugar que no fuera la soberanía popular.
Si a otro poder atendemos, veremos como conspicuos dirigentes del partido en el gobierno, y hasta su portavoz, so pretexto de que la cosa está muy mal y algo hay que hacer, ¿quién tal puede cuestionar?, proyectan improperios de diversa índole contra cualquiera que ose criticarles, como si inherente a la mayoría absoluta fuera la absoluta verdad.
Permítaseme dar aparente salto para recordar ahora a cierto jefe policial que tilda a una parte de la ciudadanía de “enemigo”. Tras años de esfuerzos de miles de policías que se han dejado literalmente la vida por salvar la de ciudadanos a quienes querían servir, que se han dejado horas de sueño, esfuerzos, energías y familias para acrecentar la confianza que la población tiene en unas fuerzas de seguridad profesionales y que han sabido estar a las duras, casi siempre, y las maduras, viene un jefe policial y, sin que la representante del gobierno le diga ni mu, desprecia en una sola frase a todos los ciudadanos incluyendo a sus propios compañeros y subordinados que tanto han hecho para que se sepa lo acertado de que la ciudadanía entregue el monopolio de la violencia a los estados. Gobiernos que, por cierto, sigla tras sigla, se empeñan en no conceder derechos que cualquier ciudadano tiene a una parte de los miembros de esos cuerpos de seguridad, manteniendo la paradoja de llamar civil, a un cuerpo que tal no se le deja ser, a pesar de que su actuación cada día lo manifiesta.
Y dirá alguien ahora que qué tiene que ver el enfado del Poder Judicial, lo del gobierno criticón, el policía que no sabe dónde vive y la delegada muda. Pues únanse a ese cóctel los periódicos y empresas de información que se cierran,nacionales (como Público) o locales (como Aviladigital), los centenares de periodistas que por todo el país están perdiendo su trabajo y se descubrirá un sibilino, casi invisible, recorte que no se nota tanto como otros y que, para muchos, pasa desapercibido. Pero, como sea, mediante subrepticias amenazas a quien disiente, “el enemigo”, se crean cada día condiciones para que crezcan las trabas a la libertad de expresión. Nadie ha sintetizado tan bien la cuestión como la hermana del Jefe del Estado al ser interrogada por el más célebre imputado del mes: ¡a callar!
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