"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

lunes, 2 de abril de 2012

Los dueños del tiempo

Todavía no había amanecido cuando, bajo un gran aguacero, salimos de San Cristóbal de las Casas. Entraba fuerte norte desde el Golfo y el huracán Stan comenzaba a hacerse notar por el Pacífico. Con gran dificultad llegamos hasta Teopisca donde tuvimos que parar en espera de que el temporal amainara. Para nuestra sorpresa, según el reloj de la presidencia municipal, ignorante de las leyes de la relatividad, habíamos llegado antes de partir. Pronto fuimos advertidos de que no se trataba de una mera falta de actualización de la máquina citada: “ustedes traen la hora del gobierno, aquí manejamos la hora de Dios”. Y así ocurre que miles de indígenas de los pueblos originarios no sólo se niegan a cambiar la hora, aunque lo mande el gobierno, sino que ni tan siquiera les importa cuál sea. Tal vez porque saben que una hora no es más que el nombre que le damos a una parte del día y que, por mucho que cambiemos su nombre, el sol no variará su transcurso. O tal vez porque sospechen que esas mudanzas incluyen una implícita pero peligrosa expropiación del tiempo que se ha de vivir.
E.P. Thomson mostró cómo la irrupción de los relojes en la cotidianeidad supuso un cambio de las mentalidades y de las prácticas vitales cotidianas: la conversión del tiempo en moneda, el tiempo es oro decimos, permitió una radical transformación del mundo del trabajo y con él, de toda la vida. Con la homogeneización horaria impuesta por el capitalismo el trabajo dejó de medirse por su producto, por sus efectos, y pasó a medirse exclusivamente por el tiempo empleado (horas, quincenas, meses). Si en épocas no tan remotas se contrataba en estas tierras por obradas o por la producción de un bien, tardásese lo que se tardara, el funcionamiento empresarial impuso salarios medidos por tiempos. Obviamente ello incluyó un explícito prerrequisito: no se podía perder el más mínimo. Pero con tal medida, sin que muchos se percataran, se mercantilizó el tiempo a través de su conversión en un abstracto valor que se paga con moneda corriente. Justamente por ello, dejó de ser propiedad de las personas, se expropió, para pasar a serlo de los difusos pero concretos sistemas de mercado. 
En los últimos años, la pérdida del control del propio tiempo por las personas se ha incrementado debido a la incorporación de un concepto aparentemente nuevo al mundo laboral: la flexibilización de las jornadas. So pretexto de beneficiar a los que trabajan con horarios más flexibles, lo que en la práctica ha acontecido es   que si el empleador decide cuándo se trabaja y cuándo no, sin contar con el empleado, se hace dueño de la totalidad de su tiempo, y, por ende, de la vida de éste. Y, en tal empeño, además de otras sinrazones, incide la reforma laboral que el nuevo gobierno ha impuesto. Así pues, si pocas fueran las razones para apoyar la huelga, no es la defensa del propio tiempo, de la propia vida, la menor para hacerlo.   

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