"La perfección de la vigilancia es una suma de insidias" Foucault

viernes, 16 de diciembre de 2011

El manual (o el perfecto dogmático)


No hay cosa más arriesgada para una sociedad que sus dirigentes se empeñen en  vivir en el dogma. Por supuesto una cosa es creer, cada quien tiene derecho a sus propias creencias, por equivocadas que sean, y otra es imponer como incuestionable evidencia la propia opinión como si indubitable verdad absoluta fuera. Igual da que sea el dogma de  derechas o de izquierdas, laico o religioso, civil o militar. Quien lo impone como único credo abomina del fundamento de la convivencia porque, por fuerza, elimina de la misma el respeto por las personas.
            Vemos con cierto desconsuelo como en las últimas semanas, meses diríamos, dirigentes europeos de toda laya y condición han decidido que hemos de arrodillarnos todos ante el control del déficit. Y lo que sano es, que éste no se desboque, termina siendo enfermiza obsesión que olvida todo aquello que no aparece en la página del manual ortodoxo que establece como obligación primera su vigilancia. Porque se asumió el nivel propicio al que debía llegarse en un, como dicen, escenario macroeconómico totalmente diferente del que ahora hay. Pensaban los que enmascaran ideología con estadísticas que impiden la opinión, que podríamos reducir el mentado déficit en un contexto en el que la disponibilidad dineraria era mayor. Pero los recortes sucesivos lo que hicieron fue reducir el dinero que la gente tenía en el bolsillo y el efecto directo fue el estancamiento económico. Da igual, nos dicen, con crecimiento o sin él, hemos de llegar al objetivo señalado en el día prefijado. Si eso solamente puede hacerse al precio de empobrecer aún más a aquellos que ya nada tienen, pues caiga sobre ellos ese sacrificio. A fin de cuentas, a los gurús que solamente ven cifras, las personas les sobran para sus cuentas; si la cohesión social se quiebra, ya se recompondrá, parecen pensar.
So pretexto del equilibrio presupuestario hay quien está recuperando un darwinismo social de lo más ramplón que opina que los que en el camino queden, es porque no merecían estar en él. Y como quiera que la realidad sea tozuda y no se deja manejar así como así, en lugar de mudar aquello que propicia la desigualdad, los que hasta ayer incumplían las normas, cambiarán las existentes por otras. Obtendrán así las mejores notas en la aplicación del dogma que viene en la única página del manual ortodoxo que han leído. Claro que si pasaran la hoja, podrían leer que la economía ha de estar al servicio del bien público, y no la gente al de unas supuestas leyes económicas.

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