Es escuchar un telediario u hojear un periódico y se me aparece Humpty Dumpty, con su cuerpo de huevo, subido en el muro en el que lo dejó sentado Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, diciéndole a la niña que el significado de las palabras no depende de las cosas mismas sino de quien manda. ¿Será que no nos ponemos de acuerdo porque creemos que, cuando usamos las mismas palabras, decimos lo mismo y sin embargo cada quien atribuye los significados en función de la conveniencia? Porque, lo confieso, me lío mucho cuando alguien, aunque sea ministro, llama “esfuerzo de solidaridad” a que los que tienen menos paguen más que los que tienen mucho. Iba a escribir que los pobres mantengan a los ricos, pero, para los que mandan, sabido es, cualquier afirmación que recuerde que hay pobres y, sobre todo, por qué los hay, se llama demagogia.
Y difícil es, por cierto, saber en qué consiste eso de la demagogia. Si cualquiera, pongamos por caso, dice que las rentas de capital tienen que tributar más de lo que ahora lo hacen, no faltará locuaz portavoz que replique inmediatamente que se busca embaucar a desorientados mediante falaz demagogia. Ahora bien, si la misma persona sugiere que las rentas del trabajo han de hacer un esfuerzo (como si el esfuerzo no lo hicieran las personas en vez de unas abstractas rentas) e incrementar adicionalmente su tributación, ya no será demagogia sino la aplicación de racionalización a los procesos económicos. (Por supuesto, aunque no cambien la estructura impositiva, mejor que toquen el IRPF que el IVA, pero en el orden de los principios ni la excepcionalidad ni la temporalidad justifican la suspensión de la moralidad inherente a afirmar una cosa y hacer la contraria con una semana de diferencia: la historia, y el presente, nos muestran cómo demasiadas leyes “excepcionales” y temporales (todas lo son) se han convertido en habituales e inamovibles).
Así es que, con estos mimbres, que alguien acuse a la ciudadanía de estar acostumbrada al (casi) gratis total por participar de aquello que se sostiene con los impuestos que previamente ha pagado, ya sea la sanidad o actividades culturales, suena a ardid destinado a hacer pagar dos veces por lo mismo dando la impresión de que no se ha hecho ninguna y se depende de la magnánima generosidad del prócer de turno. Cosa distinta es cuánto y, sobre todo, quiénes deben pagar. Pero sobre esto, cualquier cosa que se diga y no coincida con lo que afirman los que nos han llevado a la ruina será, cómo no, demagogia.
Pronto en la R.A.E.:
ResponderEliminarDemagogia: dícese de lo que hacen y dicen Rajoy, Matas, Camps, Cebrian -singularis elemento-(admite que destroza lo que toca sean Prisas, ¿novelas?, etc.),Zapatero, Agus-supercargos-supersueldos... Y, ¿por qué no seguir con alemanitas, americanitos, francesitos, italianitos... Amén de grupos periodísticos que tragan con que no les repondan a preguntas que les haría cualquier ciudadano a los anetriormente mencionados y muchos más.